Más allá del superhombre nietzscheano


Gloria Ramos[1]

A mi entender, el mejor aporte que la filosofía puede dar a la sociedad es la reflexión acerca del hombre, y sobre esto gira el aporte dado por Nietzsche al pensamiento occidental. Cualquier elaboración mental sobre el conocimiento, la política, etcétera, queda pequeña al lado del tema del hombre y su evolución. El ser humano es el centro de todo pensamiento, pues de él depende el éxito de cualquier gestión que se lleve a cabo. Toda propuesta política, religiosa, social, depende de que el individuo (camino y meta) esté a la altura de realizarla. De lo contrario sucederá, como sucede hasta ahora, que todas las propuestas quedan en el camino de las ideas.

Las concepciones sobre el hombre han ido cambiando a lo largo de la historia. La filosofía occidental, sin embargo, generalmente ha incluido en el concepto tres categorías bien definidas: la del infrahombre, la del hombre normal y la del superhombre.

En la Grecia Homérica, donde la fortaleza física fue sumamente alabada, la valentía era la virtud por excelencia para convertirse en superhombre. De ahí en adelante, ser considerado un hombre superior fue más bien tener “alma grande” para contemplar las bellezas supremas (filósofo), además de aportar a su polis. Luego sería la virtud de la renuncia la característica más importante, por lo que el Papa, sus obispos y sobre todo los santos fueron quienes alcanzaron esta cualidad. Después, fue esencial la virtud política por encima de lo común, por lo que eran superhombres aquellos que fundaban reinos y repúblicas. Descartes, por su parte, consideró que los superhombres eran los prudentes en grado sumo, aquellos que con el pensamiento claro dominaban absolutamente sus pasiones y que – además – se dedicaban básicamente al descubrimiento de la verdad y a la ciencia.

Como vemos, es hasta Nietzsche que los superhombres tuvieron un rol social muy importante, puesto que sus cualidades (la valentía, la calidad del alma pura, el ser príncipe, etc.)estaban dirigidas a la sociedad y en su mayor provecho. Con Nietzsche, en cambio, el superhombre se convierte en aquel que consigue desligarse de la sociedad, romper con la cultura y mantener su individualidad. Es más, el superhombre nietzscheano no tiene deber alguno con su sociedad e incluso logra vivir aparte de ella.

Nietzsche propone un hombre diferente, al cual es posible acceder mediante un trabajo esforzado cuya condición inicial y de vida es la voluntad, la decisión de alcanzar esa diferencia. La voluntad acompañará al buscador y le dará fuerzas para mantenerse y no decaer en su lucha contra lo establecido por la moral, la cultura, la religión; en fin, todo aquello que envuelve al hombre para “protegerlo”, adaptarlo a la sociedad y “domesticarlo” para el bien común.

Nietzsche habla de una filosofía de vida, sustituto de la religión y de la escala de valores, que ama la naturaleza humana. Esta filosofía ama todo lo que es producto de la naturaleza y no siente por ella ningún sentimiento de aversión; no se ampara en leyes mutiladoras, sino más bien cuestiona todo lo que va en contra de la naturaleza.

Posiblemente el número de personas que lleguen a la meta del superhombre sea muy reducido, no sólo porque una condición previa para aquello es que el hombre posea tanto cualidades innatas (como una aguda inteligencia, capacidad de análisis y sensibilidad del alma) como cualidades producto del propio esfuerzo (como la disciplina, la determinación de la voluntad de llevar a cabo lo que se propone), si no también porque ese análisis debe, además de ser inteligente y agudo, inducir a la acción e implicar consecuencias. La principal consecuencia es que ser superhombre supone una manera determinada de vivir que, al no coincidir con las pautas sociales, siempre tendrá un aspecto importante de individualidad y posiblemente también de soledad. Es que la soledad se presenta casi como un deber para el buscador, ante la necesidad de verse libre de cualquier condicionamiento social y de cualquier influencia externa. Una de esas influencias es la religión. La religión que nos habla de un Dios que gobierna hasta tal punto nuestras vidas que nos indica, incluso, cómo pensar y cómo sentir correctamente. Esto, más que ayudarnos, conlleva a una pérdida total de nuestra capacidad de decisión. Es en este punto que el buscador, haciendo uso de su voluntad y reflexión, camina por la ruta que lo lleva a la autonomía. Precisamente cuando el individuo se queda sin Dios (aquel que lo “sostiene”, que lo “guía”), se crea en él un gran vacío que se asemeja a una noche oscura, que produce en el corazón una sensación punzante de abandono. Sin embargo, justamente es este vacío el que será llenado con la luz de la libertad. Sólo el espíritu libre conocerá la felicidad: no una felicidad entendida como la satisfacción de los placeres, sino como resultado de la libertad y de la paz interna dadas por el equilibrio y producto, a su vez, de la voluntad y la disciplina conquistadas.

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Pero para llegar a lo que acabamos de afirmar hay un largo camino, el mismo camino recorrido por Nietzsche, camino no exento de idas y venidas, luces y oscuridades. Por eso era necesario mostrar y demostrar el camino nietzscheano, así como mostrar y demostrar sus limitaciones. Esto no es extraño, ni tendría por qué considerarse extraño que los planteamientos de un filósofo tengan fortalezas pero también debilidades. Justamente en esto consiste precisamente el sentido de un “más allá del superhombre nietzscheano”: conocer sus fortalezas y debilidades, retomando unas y corrigiendo otras en función a nuestro propio presente y nuestras propias convicciones.

Lo que hicimos fue, en primer lugar (Capítulo 1), colocar el aporte de Nietzsche sobre el superhombre en la tradición filosófica de la reflexión antropológica, encontrando las raíces y sus aportes a dicha tradición. Comprobamos que el tema del superhombre ha sido un punto habitual –implícita o explícitamente– en la reflexión filosófica. Asimismo, comprobamos que Nietzsche estuvo vinculado a esa tradición, de la cual se nutrió de variadas maneras, lo cual le condujo a proponer una nueva visión acerca del superhombre.

En segundo lugar (Capítulo 2), reestructuramos la visión del superhombre nietzscheano, partiendo de los propios textos, incluso de los no publicados en vida del autor. No fue labor sencilla, puesto que siendo la reflexión sobre el hombre una constante en la obra de Nietzsche, ésta sufrió constantes cambios. Además tenemos las elaboraciones en forma poética (por ejemplo, el “Así habló Zaratustra”) o fragmentaria (la mayoría de sus textos publicados apelaron al estilo aforístico). Sin embargo, comprobamos que el superhombre nietzscheano fue descrito o definido por el autor en diversas obras pero, en la medida que él no tenía la intención de dejar discípulos, no llegó a constituirse en un método explícito (y por eso mismo factible de ser interpretado de muchas maneras distintas). Además, que esta definición no sólo estaba referida a los objetivos, sino también a los medios y condiciones necesarias para constituirse en un superhombre.

En tercer lugar (Capítulo 3), buscamos plantear una nueva visión del superhombre de Nietzsche, que recoja sus fortalezas pero reemplace lo que consideramos sus debilidades. Comprobamos que, poco antes de redactar el Zaratustra, Nietzsche descubrió que su vida –o buena parte de ella– coincidía con la de los hombres superiores. En otras palabras, la definición del superhombre nietzscheano no es sólo un producto intelectual o una mera reformulación de las antiguas tradiciones: hay mucho de experimentación personal, de comprobación en carne propia de lo que es ser superhombre. Comprobaremos que ocurre un triple proceso en la formación del superhombre nietzscheano: primero, el acercamiento al ideal previamente elaborado por otros filósofos acerca del superhombre; segundo, luego de una autocomprobación en sí mismo (¿o una reinvención de sí, de su pasado?) de ciertas coincidencias con esos ideales, Nietzsche comienza a revisar en retrospectiva la integridad de su propia vida a fin de descubrir, en su propio pasado, en sus propias experiencias, las vivencias (personales) del superhombre; tercero, la propia elevación a nivel de superhombre, y a partir de ahí “legislar” acerca de lo que es, o no es, propio de/para el superhombre. Y aquí está el principal riesgo de su propuesta: el dar como válido (para su visión, propuesta o definición de superhombre) cualquiera de sus vivencias, sentimientos, emociones o pensamientos. Comprobaremos que aquí se ubican las principales falencias de la propuesta nietzscheana. Sin embargo, como toda debilidad se puede tornar en fortaleza, serán precisamente la aparición de premisas de dudosa veracidad en la propuesta nietzscheana las que nos permitirá ir más allá de su superhombre. Para hacerlo, no sólo recurriremos a nuestra propia reflexión sino que también recogeremos brevemente lo ya dicho por algunos importantes filósofos acerca del superhombre de Nietzsche (escogimos a Jaspers y a Lefebvre por ser pensadores antagónicos).

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Al final del presente trabajo llegamos a las siguientes conclusiones, las cuales resumo a continuación:

1. Por lo general, tanto los niños como las mujeres han sido colocados en el nivel de los infra humanos. A nuestro parecer Nietzsche no escapó a esta visión histórica, quien consideró a la mujer un ser humano de segunda con argumentos, a nuestro parecer, bastante débiles. Aunque a lo largo de la historia se consideró que únicamente los varones podían acceder a la suprahumanidad, las virtudes espectadas para ello, en cambio, sí fueron de diversa índole.

2. El camino del superhombre está determinado por una serie de condiciones, tanto innatas como las que son producto del propio esfuerzo. Todas ellas contribuyen a la formación del carácter. Para conseguir esta suprema posibilidad, es necesario que el hombre viva en una relación incesante consigo mismo, para luego reconfigurarse a sí mismo. El método psicológico utilizado por el superhombre para llegar al conocimiento, entendido por Nietzsche como el auto-conocimiento, es el auto-análisis. Sin embargo, el filósofo no se refiere al auto-análisis realizado de manera racional, ya que según él, a través de la razón sólo se puede analizar de manera superficial y se corre el riesgo de que la moral incrustada en nuestro pensamiento haga suyo el análisis. Aunque Nietzsche no explica cómo se realiza este auto-análisis sin el uso de la razón, nos dice que a través de él se llega al conocimiento y a la total libertad.

3. Para trazar el camino que lleva a un superhombre, Nietzsche recurre a su propia historia. La filosofía que él propone es vivencial. Por ello es casi imposible hacer una diferenciación entre el filósofo y Zaratustra. Pero si bien el aspecto biológico está desarrollado en su obra, lo está sólo para marcar las diferencias de género o para aconsejar cómo llevar una mejor vida. Probablemente porque él mismo nació con un organismo debilitado – que lo limitó a lo largo de toda su vida –, en su obra no se refiere a la necesidad de haber nacido con un físico a la altura del intelecto del superhombre. No menciona tampoco la necesidad de que un individuo deba nacer con ciertos rasgos biológicos adecuados que le permitan una evolución adecuada. Todo esto nos lleva a concluir que Nietzsche adolecía de una vitalidad biológica y que, por eso mismo, sólo hace referencia a la vitalidad intelectual, de la que tanto se vanagloriaba.

4. El superhombre llega a la libertad absoluta a través del conocimiento. Pero él no propone un conocimiento teórico o erudito del mundo y del individuo. Plantea, más bien, sumergirse en la profundidad de la existencia humana, de su propia existencia. De este modo, la sabiduría (el conocimiento de la naturaleza humana) es motivo y meta de la existencia humana superior.

5. Nietzsche aboga por el desprendimiento de lo social y el afloramiento de los instintos. Pretende que éstos se busquen sin mediar la razón, pues perderían su esencia en la sola búsqueda. Sin embargo, si tratamos de ser puristas como propone el filósofo, será inevitable llegar a nuestra base biológica (inicio de todo ser viviente), a la cual Nietzsche nunca llegó. Entonces, ¿cuándo es el momento en que debemos detener nuestra búsqueda con el fin de “rehacernos”?, ¿en qué momento el filósofo detuvo su propia búsqueda? Son preguntas que quedan sin respuesta en la propuesta nietzscheana del superhombre.

6. Para Nietzsche lo instintivo es lo sano, mientras que la moral – aquella creada por el hombre para una mejor convivencia – es producto del pensamiento, de nuestras elaboraciones mentales para “contener” nuestros instintos. Para el filósofo, la moral o la religión, por ejemplo, no son más que tretas para que las masas obedezcan sumisamente los intereses o creencias de unos cuantos. Por ello es necesario que el hombre conozca y acepte su origen, afirma Nietzsche. Pero acaso ¿no es casi todo aprendido?, ¿no es quizá lo que consideramos instinto algo tan antiguo que, si bien es aprendido, por su misma antigüedad ya se hizo parte de lo humano y ya no es posible distinguirlo de lo adquirido?. Finalmente, ¿cómo el hombre se puede liberar de la cultura? Siguiendo a Nietzsche, el hombre necesita una férrea voluntad para identificar los pensamientos racionales más enquistados en la propia psique. Sin embargo, el mismo filósofo aplica en sus análisis determinados prejuicios “culturales”, como su apreciación sobre las mujeres o los mediocres. Aunque coincidimos con él en que no es menester aceptar a pie juntillas determinados valores impuestos por la sociedad o la iglesia, tampoco es posible negarlos como medios indispensables para la vida en comunidad, lo cual no es tomado en cuenta por el discurso del superhombre. Si bien debemos reconocer nuestros instintos y aceptarlos, quizá descubriremos que esos mismos instintos nos pueden llevar a realizar acciones no tan aceptables en la vida en comunidad.

7. Consideramos que el superhombre sí debería hacer uso – discriminado – de todos los recursos que tiene a mano, incluso los adquiridos a partir de la familia, la sociedad y la cultura. Este superhombre hace la diferenciación y toma sólo aquellos recursos que considera convenientes para su evolución. Y aquí aparece otro tema que tampoco fue solucionado en la propuesta nietzscheana: el “corte” con el pasado. ¿Por qué Zaratustra no tiene pasado? ¿Significa que éste no intervino en su desarrollo? Nietzsche, el autor, sí lo tuvo y aunque lamentando, por ejemplo, la existencia de las mujeres a lo largo de toda su vida, de alguna manera ellas siempre estuvieron presentes. El “corte”, entonces, fue sólo una idea abstracta que no llegó a concretar. O si lo consiguió, ¿cómo lo hizo?, ¿cuál fue la formula que utilizó para hacerlo?

8. Al haberse liberado de todas las ataduras culturales −sociedad, familia, religión, valores− el superhombre está en la capacidad de crearse nuevos valores, como un “empezar de nuevo”, pero a partir del auto-conocimiento de su origen. Esta capacidad de auto-creación es la que lo hace Dios, y lo que le da la libertad, el ser genuino. Sin embargo, ¿qué sucede si los valores que el superhombre se crea lo hacen incapaz de vivir en la sociedad? Después de muchos años de retraimiento en la montaña, Zaratustra bajó a buscar a la gente, a un público que lo escuche. Aunque no lo hizo por amor al prójimo, sino por la necesidad de impartirle sus enseñanzas, Nietzsche no dice cómo se las arreglaría el superhombre una vez que ha creado estos nuevos valores (que le servirán a él y sólo a él). Tampoco dice cómo sería una sociedad con más de un superhombre, o si cabría la posibilidad de una sociedad entre ellos, en caso de que hubiese muchos superhombres. ¿Coincidirían necesariamente sus valores individuales recreados? ¿Qué sucedería si no fuera así, sobre todo teniendo en cuenta que para (cualquier) superhombre el instinto primario básico es el de conservación? Son preguntas que quedaron sin respuesta en el planteamiento nietzscheano.

9. Nietzsche habla con un total desprecio de los mediocres, a quienes trata de corderos, atribuyéndoles una sola cualidad utilitaria: son necesarios únicamente para hacerle la vida fácil al superhombre. Esta apreciación, una vez más, no está separada de su propia vida. Sin embargo, el filósofo no se detiene a pensar en qué hubiera sido de él si no hubieran existido todos los mediocres que sostuvieron su existencia. Dadas sus múltiples limitaciones físicas, los mediocres a los que él alude fueron el sostén de su vida biológica a la que él pretende ignorar. Sin embargo, ¿hubiera existido el superhombre sin la ayuda de los mediocres? ¿No tienen estos últimos una actitud más activa en lo que se refiere a conservación que el propio superhombre? Nietzsche, una vez más, es víctima de sus propios prejuicios y los involucra en su auto-análisis. Le es fácil ver al humano como tal, pero no su propia existencia. Le resulta imposible liberarse de su escala de valores, de su desprecio por todos aquellos que no piensen como él.

10. Estamos de acuerdo con su visión del origen de la moral, pero no justificamos el desprecio por todo lo que tanto ha costado aprender a la humanidad: la cultura, el mundo afectivo. El ser humano –y el propio Nietzsche– también se sirve de esas construcciones.

11. Todo el aspecto afectivo del ser humano (lealtad, amor, amistad, solidaridad, etcétera) está completamente ignorado en la obra de Nietzsche, pese a que él consiguió apoyo gracias a los sentimientos que las personas de su entorno le profesaron. Lo afectivo es una de las características constituyentes del individuo, junto con lo racional, lo biológico, entre otros. ¿Significaría, entonces, que para convertirse en superhombre es necesario renunciar a esta área innegable del ser humano? Además, ¿cómo se renunciaría a ella? Los afectos se dan y también se reciben. El superhombre, entonces, ¿tendría solamente que dejar de darlos?, ¿o también de recibirlos? En el primer caso, ¿cómo dejaría de sentir?, ¿únicamente a través de la razón?, ¿acaso a través de la razón se puede anular el sentir?, ¿será suficiente creer que no se siente? En el segundo caso, ¿cómo se aseguraría el superhombre de no recibir los afectos, si no depende exclusivamente de él? Como vemos, son temas que quedaron pendientes de solución en la propuesta nietzscheana.

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En resumen, lo que intentamos demostrar fue lo siguiente: que si bien la propuesta del superhombre de Nietzsche es importante y está vinculada con una serie de tradiciones filosóficas, consideramos que es insuficiente e incluso hasta peligrosa en ciertos aspectos. Por tal motivo, consideramos que dicha propuesta debe ser superada, recogiendo sus fortalezas y sustituyendo sus debilidades por aportes y prácticas de las corrientes más espirituales del pensamiento.

El obstáculo principal que debemos superar para ir más allá del superhombre nietzscheano es su visión individualista y narcisista, su aislamiento respecto de los demás hombres. Sostenemos que se requiere abrir al superhombre –sin que éste pierda su individualidad– hacia un conjunto –restringido– de actividades en las cuales se incorporen interacciones benéficas con/para otros seres humanos. Esta incorporación, sin embargo, no es para “todos” los seres humanos, sino sólo para aquellos que estén dispuestos a su propio camino de acceso al superhombre. Se requiere, por tanto, redefinir, ampliar, aclarar y negar algunos tópicos de la propuesta nietzscheana, para ir más allá de ese superhombre.

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Antes de concluir el presente Discurso, quisiera recalcar que fue tema del presente trabajo definir o aclarar si el propio Nietzsche fue o no un superhombre. Resulta muy difícil separar las cualidades del futuro superhombre con la vida de Nietzsche. Posiblemente muchos pensarán que Nietzsche no fue nunca uno de ellos y si lo miran desde un punto de vista de la felicidad como meta final del hombre, es posible que tengan razón. Pero ni Nietzsche ni la que escribe consideran que la felicidad sea la única meta que se busca; es más, podría ser una de las trampas en las que tiene riesgo de caer cualquier buscador. Si lo que busca el hombre es, más bien, la libertad y la honestidad hacia uno mismo, entonces podríamos decir que Nietzsche estaba en el camino de convertirse en un superhombre. La felicidad está considerada como uno de los tantos momentos de la vida, así como la desdicha: ambas pasan, ninguna se establece ni toma posesión de la vida. Lo que sí determina una vida plena es el hecho de vivirla tal y como la sentimos, sin dejarnos “enseñar” cuál es el “camino correcto” y sin pretender que hay uno solo.


[1] Psicóloga. Magíster en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. El presente texto fue leído en la sustentación de su tesis de posgrado.