LA IDEOLOGÍA DE LA MUERTE: APROXIMACIÓN FENOMENOLÓGICA AL PCP-SENDERO LUMINOSO


Jaime Villanueva Barreto

La catástrofe nacional que significó para todos los peruanos el conflicto armado interno todavía no ha terminado. Con él asistimos a la remoción de los cimientos mismos de nuestra comunidad, al resquebrajamiento de los sutiles hilos que unen el tejido social, e incluso al profundo cuestionamiento de la viabilidad del Perú como una nación democrática y plural.
Desde que el PCP-Sendero Luminoso iniciara su cruenta ofensiva contra el Estado, desafiando la organización democrática que tras 12 años de dictadura habíamos alcanzado, mucha sangre se ha derramado y mucho dolor se ha apoderado de todos nosotros. Esto, sumado a la torpe reacción por parte del Estado, que lejos de defender sus fueros democráticos y asegurar la paz social, inició una contraofensiva muchas veces sistemáticamente diseñada para violar los derechos humanos básicos de miles de pobladores, sobre todo campesinos. Entre ambos actores cegados y ensordecidos ante el clamor de miles de personas que ambos aseguraban defender y representar, y que eran víctimas de las más crueles humillaciones y formas de morir a manos de éstos; se encontraba una sociedad inerme e indiferente, que únicamente reaccionó cuando el estruendo de las bombas comenzó a amenazarla. Toda esta situación ha producido pues una “destrucción de la autoconciencia moral” entre nosotros, la quiebra del cuerpo político, que sabe perfectamente que su única oportunidad de continuar con vida es iniciar un proceso de reconciliación nacional que involucre a todos sus miembros. Proceso que a su vez pasa por la asunción de la verdad de todo lo acontecido durante esos años, y que ha sido expuesta en toda su crudeza por la CVR, y la justicia que claman esos miles y miles de muertos y desaparecidos, pero también los millones de perjudicados de una u otra manera con todo lo sucedido y más aún todas aquellas personas que esperan una reparación por parte del Estado y de todos nosotros.
Desde el lado académico el complejo fenómeno de la violencia ha sido abordado desde muchas perspectivas. Podemos ver abundante bibliografía desde todas las especialidades, principalmente las ciencias sociales, que han tratado de comprender lo sucedido. Un tema en el que todas ellas han reparado es el de la comprensión del actuar del PCP-Sendero Luminoso. Sin embargo, salvo algunas excepciones que desde muy temprano reflexionaron sobre el tema, advirtiendo todos los peligros que una organización tal podría traer, la filosofía no ha dicho todavía mucho sobre todo lo sucedido. No se ha detenido aún a explicitar los presupuestos conceptuales desde los cuales actúo Sendero Luminoso.
Una manera de aproximarse al fenómeno tan complejo de violencia es desde alguna de sus perspectivas. En el caso específico de este trabajo, siguiendo el método fenomenológico de Edmund Husserl, nos acercaremos a explorar, describir, y tratar de mostrar algunos de los presupuestos con los que operó y aún puede seguir operando la ideología del PCP-Sendero Luminoso. Para esto trabajaremos en dos tiempos: 1) daremos unas rápidas indicaciones de cómo entenderemos el tema de la ideología; 2) abordaremos descriptivamente la ideología de Sendero Luminoso.



1) El tema de la ideología

Abordar el complejo fenómeno de las ideologías supone tratar de no hacerlo desde ningún lugar, es decir, desde un pretendido lugar no ideológico donde se admita muy rápidamente que aquel que realiza la crítica a la ideología quede a salvo del defecto que denuncia, es decir, pensar que el ideologizado es el otro que aún no ha reparado –como yo si lo he hecho- en que su pensamiento está plagado por ésta. Al contrario, como sabemos toda descripción y aún toda crítica debe serlo sabiendo que se encuentra históricamente situada, aunque como dice Paul Ricoeur, “con un cierto factor de distanciamiento que nos permita reinterpretar nuestras herencias culturales”.
Todo fenómeno ideológico como anota Ricoeur[1] -a quien seguiremos en adelante en sus reflexiones sobre el fenómeno de la ideología- tiene hasta cinco rasgos centrales por los cuales podemos identificarlos:
a) Difunde y perpetúa la convicción de los actos de fundación, con la finalidad de convertirla del credo de unos cuantos (padres fundadores) al credo del grupo entero. Es aquí donde se diseñan e intervienen todas las imágenes e interpretaciones que rememoran el acontecimiento fundador, retomando y reactualizando dicho acto como una interpretación de sí mismo. Es aquí cuando se racionaliza lo que en un primer momento era principalmente fruto de la emoción, “la ideología ha dejado de ser movilizadota para ser justificadora, o más bien continúa siendo movilizadora a condición de ser justificadora”[2].
b) De esta función movilizadora obtiene la ideología su segundo rasgo: su dinamismo. Lo que justifica e impulsa la ideología es un motivo. Está movida por la voluntad de mostrar que el grupo que la profesa tiene razón en ser lo que es. Pero la ideología es también, a este nivel, justificación y proyecto, es decir, todos los grupos e instituciones reciben de ella la creencia en el carácter justo y necesario de la acción instituida.
c) Para preservar este dinamismo la ideología tiene que ser simplificadora y esquemática. Como dice Ricoeur, la ideología “es una clave, un código, para permitir una visión de conjunto, no sólo del grupo, sino de la historia y, en último término del mundo”[3]. La función justificadora de la ideología para incrementar su eficacia social, pasa entonces porque el pensamiento pierda rigor y quede encarcelado en número determinado de códigos. Con esto aparecen los fenómenos de ritualización y de estereotipo; se construye un vocabulario y con él un orden de denominaciones correctas, por eso, se expresa fácilmente en máximas, en eslóganes, en fórmulas lapidarias.
d) De ahí tenemos que el código interpretativo de una ideología es algo en lo cual los hombres habitan y piensan. Toda ideología es por ello operatoria y no temática. Es decir, “actúa a nuestras espaldas y no es un tema que tengamos ante nuestros ojos. Más que pensar sobre ella, pensamos a partir de ella”[4]. Esto hace de la ideología una instancia no crítica, de aquí es de donde procede la posibilidad de disimulo, de distorsión que desde Marx se vincula con la ideología.

e) Este quinto rasgo tiene que ver con que lo nuevo no puede ser recibido sino a partir de lo típico, surgido de la sedimentación de la experiencia social.

Estos rasgos de la ideología, como lo advierte Ricoeur, “son a la vez efecto del desgaste y resistencia al desgaste”[5] por la que atraviesa necesariamente todo grupo humano. Esta paradoja tiene que ver con la función de la ideología, que es la de perpetuar un acto fundador, siendo a la vez interpretación de lo real y obstrucción de lo posible, es decir, por la inevitable esquematización que le es propia, se sedimenta mientras los hechos cambian, todos ellos, son interpretados desde los mismos códigos, no importando la distancia temporal, ni las modificaciones sociales e históricas propias de ésta.
Un claro ejemplo de esto lo constituyen los propios análisis marxistas con los que se pretendía criticar las ideologías, pues como dice Ricoeur, “el análisis en clases sociales, para no citar más de un ejemplo, y especialmente la tesis de que no hay más de dos clases, después de haber sido una hipótesis de trabajo sumamente fecunda, se transforman en un dogma que impide mirar con nuevos ojos las nuevas estratificaciones sociales de las sociedades industriales avanzadas o las formaciones de clases, en un sentido nuevo del término, en las sociedades socialistas, para no hablar de los fenómenos nacionalistas que muy difícilmente se prestan a un análisis en términos de clases sociales. Más grave que esta ceguera ante lo real –continúa Ricoeur-, la oficialización de la doctrina por el partido provoca otro fenómeno temible de ideologización: del mismo modo que se acusa a la religión de haber justificado el poder de la clase dominante, el marxismo funciona como sistema de justificación con respecto al poder del partido como vanguardia de la clase obrera y con respecto al poder del grupo dirigente en el interior del partido. Esta justificación con respecto al poder de un grupo dominante explica que la esclerosis del marxismo ofrezca el ejemplo más contundente de ideología en los tiempos modernos”[6]. La ideología entonces, cualquiera que esta sea, es parte de nuestra compresión a-crítica del mundo en el que vivimos, el problema estriba cuando tratamos de institucionalizarla, o cuando radicalizamos su pretensión justificadora tratando de universalizar nuestras creencias particulares.
Pero esta pertenencia que nos precede y nos conduce (función integradora de la ideología) vive sólo a condición de excluir la reflexión. Es necesario un factor de distanciamiento que nos permita incluir una instancia crítica en esta precomprensión que nos constituye y que somos, para poder sacar a luz y cuestionar los presupuestos con los que estamos inmersos en nuestra praxis cotidiana.
En este sentido, nuestras reflexiones girarán en torno a sacar a luz los presupuestos que conlleva una ideología en particular, la del PCP-Sendero Luminoso, para ver hasta qué punto y por qué se constituyó como movilizadora de muchas conciencias que creyeron ciegamente en ella.

2) Descripción de la ideología del PCP-Sendero Luminoso
Antes de iniciar nuestro recorrido, tal vez sea bueno indicar que lo haremos desde la perspectiva fenomenológica, es decir, describiendo lo que vayamos encontrando en los documentos a los que hemos podido tener acceso, sobre la ideología del PCP-Sendero Luminoso. Esto es, en el mismo espíritu de los procedimientos husserlianos, sacando a luz el sentido oculto que ésta pueda tener. Procederemos como el mismo Husserl señala “avanzando y retrocediendo en “zigzag”, ayudándose uno a otro cada uno de estos movimientos en interrelación. (donde) una clarificación relativa de un lado aportará cierta luz sobre el otro, que a su vez la irradiará sobre el lado opuesto”[7]
Esto con la finalidad de pararnos, de hacer un alto en el camino para echar un vistazo a los alrededores, en una actitud de “epojé”, que justamente significa etimológicamente, parase para mirar antes de tomar una dedición sobre el camino a seguir. Este detenerse, como se dijo antes, no significa mirar desde un lugar privilegiado, o peor aún desde ningún lugar. Al contrario, cuando Husserl llama a los filósofos a ser “espectadores desinteresados”, lo hace para que se instauren en una actitud que lo único que busca es la teoría pura, pero ésta deviene es a su vez en praxis pura, pues no puede haber praxis sin teoría ni teoría sin praxis.
Es decir, lo que se descubre es precisamente a una subjetividad que es vida subjetiva, que es experiencia del mundo, una subjetividad que actúa sobre un mundo que a su vez es dado a la experiencia. Toda experiencia entonces lo es de algo y todo algo sólo lo es en relación a una determinada experiencia. Por eso, como dice Husserl “conocer mi vida es conocer el mundo”, el mundo que se da a mi propia experiencia vital. Según esto, necesariamente todo lo que hagamos y pensemos –sabiendo ahora que el pensamiento también es un hacer- constituye un determinado sentido de ser, una manera en la que lo que es se nos presenta, como constituido por ciertas determinaciones de sentido.
No podemos pensar ya más en un sujeto que capta formas eternas o leyes universales que a su vez, reflejan una cierta estructura ontológica de la realidad. Lo que nos descubre la fenomenología, al contrario, es que cada ámbito de realidad tiene una legalidad propia, así por ejemplo, un principio matemático sólo se puede dar en el modo propio de captar una certeza matemática, que es cualitativamente diferente, por ejemplo, de la captación de una determinada situación histórica, a la que no se le puede atribuir reglas como las de la matemática, sino que se presenta de otra manera, pues es otra la intención que se dirige hacia ella. Esto es a lo que Husserl denominó precisamente, el a priori de la correlación intencional. Donde lo central esta en la correlación, es decir, en el entre dos que caracteriza a toda relación. Este descubrimiento fundamental de Husserl, nos enseña pues que no podemos pensar en una única manera válida y universal de captar toda la realidad, es, si se quiere, el descubrimiento de toda la variopinta experiencia de la subjetividad.
Con esto nos alejamos pues de toda supratemporalidad o eternidad, como en la que se encuentran las leyes formales o normativas. Para Husserl, cada individuo es un ser histórico, pues lleva en sí una historia, su propia historia hecha de múltiples experiencias, hilvanada de diversas vivencias que la constituyen., por lo que al ser anímico, es decir, al sujeto, pertenece la irreversibilidad.
Sabiéndonos situados en nuestra propia relatividad, como el mismo Husserl expresa: “todas nuestras dilucidaciones no podrán ser útiles a la comprensión sino en la relatividad de la situación que les corresponde”[8] y esta es la de tratar de sacar a luz que detrás de todo el discurso ideológico del PCP-Sendero Luminoso, se oculta un profundo compromiso subjetivo con una visión objetivante e ingenua del mundo y de la ciencia.
El PCP-Sendero Luminoso es una organización que tiene el pleno convencimiento de que posee una base ideológica que es fruto de una verdad universal y científica que ha interpretado “correctamente” la realidad social mundial y también la peruana. La seguridad de su actuar proviene del convencimiento de estar siguiendo leyes de la historia descubiertas por una interpretación científica del mundo. En su Primer Congreso sancionan que: “la todopoderosa ideología científica del proletariado, todopoderosa porque es verdadera tiene tres etapas: 1) marxismo, 2) leninismo, 3) maoísmo”[9]. Más allá de la discusión acerca del estatus epistemológico de lo que consideran una “teoría verdadera” nos interesa saber qué tipo de sentidos intervienen en la constitución de este tipo de afirmaciones que movilizó a miles de voluntades.
Si bien el PCP-Sendero Luminoso sostiene ser sobre todo una organización política, lo cierto es que todo su discurso e incluso su actuar político se sostiene en una concepción ideológica. Su profundo compromiso con una actitud naturalista del mundo lo lleva a considerarlo todo –incluso a los sujetos- como cosas. Ellos tienen la firme creencia de estar actuando como lo hace un físico o un matemático, es decir, deduciendo desde ciertas premisas aceptadas de ante mano como evidentes, lo que debe suceder como consecuencia necesaria.
En este sentido, su desafío a las leyes del Estado y a la sociedad en su conjunto proviene de que lejos de considerarse ilegal o criminal, creen haber encontrado las fuentes últimas de donde toda ley positiva encuentra su legitimidad. Es decir, se consideran más obedientes a fuerzas suprahumanas por las que están dispuestos a sacrificar incluso la vida, no sólo de sus militantes, sino también la de la población, en cumplimiento de lo que consideran es la ley de la historia o de la naturaleza, que en este caso específico se fusionan.[10]
Esta característica, sin embargo, no es propia de Sendero Luminoso, ya Hanna Arendt en su profundo estudio sobre los Orígenes del Totalitarismo se percató de que “la ilegalidad totalitaria, desafiando la legitimidad y pretendiendo establecer el reinado directo de la justicia en la Tierra, ejecuta la ley de la historia o de la naturaleza sin traducirla en normas de lo justo o injusto para el comportamiento individual. Aplica directamente la ley a la humanidad sin preocuparse del comportamiento de los hombres. Se espera que la ley de la naturaleza o la ley de la historia, si son adecuadamente ejecutadas, produzcan a la Humanidad como su producto final”[11]. Se trata pues de la aplicación ciega de una ley, se la aplica porque es verdadera.
Lo que hay detrás es la concepción de que se ha logrado, producto de un largo debate “científico” una interpretación “objetiva” del mundo. Es la completa asunción de los ideales positivistas del siglo XIX. El marxismo de Sendero Luminoso cree que éste ha hecho con la historia lo que Galileo hizo con el estudio de la naturaleza. Entonces lo que tenemos es una completa substrucción de la realidad. Se han invertido los papeles y los sujetos de ser quienes realizan su historia devienen en los cumplidores de leyes objetivas, descubiertas por mentes iluminadas. Asistimos a una mezcla de un pretendido pensamiento científico con una estrategia política de alcanzar el poder.
Sólo así se puede explicar que los llamados a los militantes de Sendero para que realicen su “guerra popular” apelen constantemente a este tipo de motivaciones: “Dicen que esta parte del cosmos se estructuró como Tierra quince mil millones de años lleva a la Tierra para generar el comunismo, ¿cuánto dura un hombre?, mucho menos que el simple parpadeo de un sueño; no somos sino una pálida sombra, y pretendemos levantarnos contra todo ese proceso de la materia; seremos un sueño a fenecer. Burbujas ensoberbecidas ¿eso queremos ser? ¿una parte infinitesimal que quiere levantarse contra quince mil millones de años?, que soberbia, que putrición! (...) Seamos pues materialistas, comunistas, demostrémoslo, eso es necesario y nadie puede enfrentarse a la necesidad (...) no somos nada salvo ser comunistas”[12] Aquí vemos con toda claridad cómo ante la interpretación de la ineluctabilidad del desarrollo de la materia, que corresponde a una “ley científica”, los sujetos aparecen como totalmente prescindibles frente a la necesidad de ese fenómeno universal, no son nada en relación a él. Curiosamente en estas palabras podemos notar la profunda visión naturalista del PCP-SL, pues aún presentándose y auto definiéndose como un partido político que busca la liberación del pueblo de la explotación, establece como pauta suprema de su actuar una visión científica que no toma en cuenta a los sujetos, que se coloca como un mundo en sí con una verdad en sí que solamente hay que aplicar, una verdad de aplicación universal. Es en este sentido, que la misma Arendt, dice que: “las ideologías son conocidas por su carácter científico: combinan el enfoque científico con resultados de relevancia filosófica y pretenden ser filosofía científica”[13]
Frente a ellas, a los militantes sólo les queda cumplir su papel en la historia, es decir, aplicar las directivas que se les dan. A cambio, reciben un estatus superior al de la masa pues constituyen la vanguardia, tienen una conciencia “despierta”, han visto la luz que irradia la ciencia que manejan. En varios de sus documentos se dice: “Nosotros somos comunistas, Marx nos enseñaba que los revolucionarios tienen por obligación profesional organizar la miseria para derrumbar el viejo orden y nuestra obligación es hacerlo científicamente, conocedores de la ley de lucha de clases y sabedores de la meta hacia la cual marcha la clase y el pueblo”[14], para después agregar: “somos comunistas, de temple distinto, de material especial (...) tenemos entusiasmo porque nos nutrimos de la ideología de la clase (...) somos sangre poderosa y palpitante (entusiasmo es participar de la fuerza de los dioses, por eso rebozamos entusiasmo, pues participamos de las divinidades del mundo actual: la masa, la clase, el marxismo, la revolución”[15]
Su actuar político, su voluntad de cambio de la sociedad, proviene de la seguridad que brinda no actuar llevado por la casualidad, sino siguiendo un poderoso orden objetivo. No temen a la equivocación, pues tienen la seguridad que brinda el razonamiento “científico”, mutantis mutandis como la tiene un geómetra al deducir a partir de los axiomas conclusiones verdaderas. Esto revela pues un compromiso muy fuerte con el objetivismo de la ciencia moderna que devenido ya en mera técnica se ha sedimentado en nuestras de vida.
Con la matematización galileana de la naturaleza asistimos al triunfo de la objetividad formal frente a la subjetividad constituyente. Lo que se olvida es toda la vida subjetiva-relativa del sujeto y se construye un mundo cerrado en sí donde las leyes más generales tienen perfecta aplicación. Sin embargo, la vida, esa donde los sujetos se desenvuelven a diario deja de ser tema de la ciencia, es más, explícitamente se condena como error todo lo que provenga de ella. La distinción entre cualidades primarias y secundarias son testimonio de ello. Este objetivismo del que parten ha substruido por completo el mundo de vida de donde toma sentido y lo ha convertido en un receptáculo nomológicamente diseñado y completamente objetivado.
En cambio, la fenomenología nos muestra cómo el correlato objetivo de una conciencia (la experiencia) lo es en tanto ésta se dirige a él intencionalmente de modo teórico-práctico-valorativo simultáneamente, esto nos ayuda a entender que las distintas experiencias difieren según el tipo de objetividad al que se dirigen, así por ejemplo, las objetividades matemáticas y lógicas son exactas, en cambio la constitución de los fenómenos sociales no lo son. Nuestra tesis es que el PCP-SL confunde estos planos y “objetiva” como una verdad científica lo que en realidad sólo puede ser considerado una motivación moral o ética.
Esta característica no es exclusiva del PCP-SL, sino que subyace a la constitución de toda ideología totalitaria; esto nos lo muestra Arendt cuando dice al respecto: “Lo que distinguía a estos nuevos ideólogos totalitarios de sus predecesores estribaba en que ya no era primariamente la “idea” de la ideología –la lucha de clases y la explotación de los trabajadores o la lucha de razas y el cuidado de los pueblos germánicos- lo que le atraía sino el proceso lógico que podía desarrollarse a partir de ahí. Según Stalin, no era la idea ni la oratoria, sino la irresistible “fuerza lógica” de Lenin la que se imponía abrumadoramente a sus audiencias.”[16] De la misma manera los militantes del PCP-Sl interpretan, por múltiples experiencias que pueden remontarse a su entronque marxista-leninista-maoista el accionar político y práctico como obedeciendo a una serie de postulados teóricos o científicos, es decir, verdaderos.
En uno de sus primeros documentos Para entender a Mariátegui del año 1968 dicen: “No es posible comprender las cosas, no es posible comprender la sociedad, el mundo, si es que no se parte de una concepción ideológica del proletariado (…) de un método para trabajar, un método de análisis, un método insustituible para comprender cualquier cosa (…) En el Perú no hay nada curioso, porque la sociedad no es curiosa, la sociedad responde a leyes; pero quien no sigue el marxismo no las puede descubrir”. Vemos pues que su accionar se sustenta en una rígida interpretación científica del mundo profundamente ortodoxa y dogmática (“un método insustituible para comprender cualquier cosa”) y sus acciones devienen así en necesarias, pues no sólo son parte de una estrategia de “lucha” política, sino que también son pasos necesarios refrendados por alguna “ley científica” que les garantizaría el triunfo. Tal modo de proceder sólo puede entenderse desde una actitud naturalista que lo ve todo: el mundo, los otros, la naturaleza, etc., como meros objetos regulados por “leyes objetivas” que sólo tienen que ser conocidas. Así, como señala Arendt: “(…) en su reivindicación de una explicación total, las ideologías tienen tendencia a explicar no sólo lo que es, sino lo que ha llegado a ser, lo que nace y perece (…) La reivindicación de la explicación total promete explicar todo el acontecer histórico, la explicación total del pasado, el conocimiento total del presente y la fiable predicción del futuro. (…) Por eso el pensamiento ideológico se torna emancipado de la realidad que percibimos con nuestros cinco sentidos e insiste en una realidad “más verdadera”, oculta tras todas las cosas perceptibles, dominándolas desde este escondrijo y requiriendo un sexto sentido que nos permite ser conscientes de ella”[17]. En esta inversión no es la voluntad la que “convence” al intelecto, sino que las acciones encuentran una plena justificación en una teoría que las orienta.
Es por medio de esta concepción que en los diferentes planos de su discurso se puede apreciar una profunda objetivación de los otros, lo que les permite vehicular su accionar, pues al ver a los demás como simples objetos, entonces son no sólo manipulables, sino también, prescindibles: “Tratar como meras cosas a los hombres y a los animales –dice Husserl- tiene ciertamente un sentido diferente: un sentido jurídico y moral, y por otro lado un sentido científico. Pero ambos tienen algo en común. Moral prácticamente trato a un hombre como mera cosa cuando no lo tomo como persona moral, como miembro en el conglomerado moral de personas en el que constituye un mundo moral. Igualmente, no tato a un hombre como sujeto de derecho cuando no lo tomo como miembro de la comunidad de derecho a la que pertenecemos ambos, sino como mera cosa, tan sin derecho como una mera cosa. De modo enteramente análogo, trato a un hombre teóricamente como cosa cuando no lo incluyo en el conglomerado de personas con referencia al cual somos nosotros sujetos de un mundo circundante común, sino que lo trato como mero anexo de los objetos de la naturaleza en cuanto puras cosas y, por tanto, como algo cósico él mismo”.[18] Estas palabras de Husserl son muy ilustrativas pues nos permiten diferenciar entre una actitud que considera a las personas como tales y a otra que las considera como simples objetos de uso. Para los miembros del PCP-SL los otros – incluso sus propios militantes de mandos medios – aparecen como meras cosas completamente prescindibles en aras del seguimiento de una “ley científica” que se presenta como expresión de un “saber superior” que representa un mundo en sí completamente desvinculado de la experiencia mundano-vital de los sujetos. Realidad que además están empeñados en “transformar” conforme a parámetros que muchas veces no le pertenecen.
Esta desvinculación de los sujetos hace posible que se piense en la ideología senderista como depositaria de una verdad independiente, “objetiva”, pese a que tal cosa no puede sustentarse seriamente. Pero esta desvinculación no sólo podría estar operando en el nivel objetivo, sino que también a nivel de las relaciones mutuas que establecen los sujetos. Son ellos mismos los que se sienten solos, sin un sentido que los motiven, y que encuentran en este tipo de discursos una justificación para su acción. En esta misma línea, y para terminar quiero citar las palabras de Hanna Arendt –que resultan tan actuales y estremecedoras, sobre todo en nuestro contexto- respecto a la amenaza del totalitarismo:
“Lo que prepara a los hombres para la dominación totalitaria en el mundo no totalitario es el hecho de que la soledad, antaño una experiencia liminal habitualmente sufrida en ciertas condiciones sociales marginales como la vejez, se ha convertido en una experiencia cotidiana de crecientes masas de nuestro siglo. El proceso implacable por el que el totalitarismo impulsa y organiza a las masas parece como un escape suicida a esta realidad. El “frío razonamiento” y el “poderoso tentáculo” de la dialéctica que se apoderan de uno como una garra parecen como el último asidero de un mundo donde nadie es fiable y en donde no puede confiarse en nada. Es esta íntima coacción, cuyo único contenido estriba en la estricta evitación de contradicciones, la que parece confirmar la identidad de un hombre al margen de todas las relaciones con los demás”[19]

[1] Cfr. Ricoeur Paul, “Ciencia e ideología” en: Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, México DF: FCE, 2004, pp. 279-305.
[2] Ibid., p. 283.
[3] Loc. Cit.
[4] Ibid., p. 284.
[5] Ibid., p. 285
[6] Ibid., p. 294
[7] Husserl Edmund, La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, Barcelona: Editorial Crítica, 1991, p. 61. Traducción de Jacobo Muñoz y Salvador Mass.
[8] Ibid., p. 62.
[9] Arce Borja Luis (Editor) Guerra popular en el Perú. El pensamiento Gonzalo, Lima: 1989, p. 395.
[10] De esta manera se explica el constante llamamiento de Abimael Guzmán a sus militantes para que “lleven la vida en la punta de los dedos”. También la sustentación “teórica” de la cuota y la previsión de los “ríos de sangre” por los que se tendrá que atravesar antes de llegar al fin de su guerra.
[11] Arendt Hanna, Los orígenes del totalitarismo. Totalitarismo, Madrid: Alianza editorial, 1987, p. 685.
[12] Arce Borja, Ob. Cit. P. 144.
[13] Arendt, Oc. Cit., p. 693.
[14] Arce Borja, Ob. Cit., p. 151.
[15] Ibid., p. 156-157.
[16] Arendt Hanna, Los orígenes del totalitarismo. Tomo 3 Totalitarismo, Madrid: Alianza Editorial, 1987, p. 698.
[17] Ibid., p. 696.
[18] Ideas, II, p. 236 & 51. Esta sería la forma cósica en que tanto el Estado como Sendero habrían tratado y considerado al pueblo que decían “defender” y “representar” respectivamente. El trato in-humano recibido por parte de estos actos relejaría precisamente el que sean considerados por todos como cosas y por tanto absolutamente prescindibles, más aún si consideramos que no tenemos un mundo circundante compartido.
[19] Arendt, Ob. Cit., p. 705.