Sirio Quintero Balza
*Publicado originalmente en la Revista: ANALES de la Universidad Metropolitana
www.unimet.edu.ve -Caracas-Venezuela-
Vol. 8, 2da parte (1998): p.283-292 (abajo se señala la paginación con /pg./)
Resumen: En nuestra sociedad hay diversas manifestaciones de liderazgo. Esas manifestaciones pueden analizarse a partir de tres perspectivas generales: La primera consiste en abordar los estilos de ejercicio del liderazgo; la segunda, en sus campos de aplicación o desarrollo; y la tercera, en las estrategas implícitas a su ejercicio. Cuando se reflexiona, tanto sobre los estilos como sobre sus campos, se pone en evidencia que aquellos, cuya estrategia resulta exitosa, responden a una y verdadera postura ética. Esa postura ética se funda sobre la apertura al pensamiento crítico y la formación en valores. El pensamiento crítico es la premisa epistemológica subyacente a toda investigación. Ésta acompaña implícitamente al liderazgo exitoso, pues éste es manifestación de una constante indagación para que su acción sea una respuesta lo más ajustada posible a las exigencias de su área de desarrollo. La formación en valores se proyecta mediante su rol educativo: Descubre, da dirección, oportunidad al despliegue de capacidades y forma a partir de los talentos o valores, impulsando la potencia de cada individuo hacia su máxima expresión en colectivo. Ello es fiel reflejo de la solidez en los fundamentos de su postura ética ante sí y ante los demás, cónsona con las actuales realidades de la globalización.
www.unimet.edu.ve -Caracas-Venezuela-
Vol. 8, 2da parte (1998): p.283-292 (abajo se señala la paginación con /pg./)
Resumen: En nuestra sociedad hay diversas manifestaciones de liderazgo. Esas manifestaciones pueden analizarse a partir de tres perspectivas generales: La primera consiste en abordar los estilos de ejercicio del liderazgo; la segunda, en sus campos de aplicación o desarrollo; y la tercera, en las estrategas implícitas a su ejercicio. Cuando se reflexiona, tanto sobre los estilos como sobre sus campos, se pone en evidencia que aquellos, cuya estrategia resulta exitosa, responden a una y verdadera postura ética. Esa postura ética se funda sobre la apertura al pensamiento crítico y la formación en valores. El pensamiento crítico es la premisa epistemológica subyacente a toda investigación. Ésta acompaña implícitamente al liderazgo exitoso, pues éste es manifestación de una constante indagación para que su acción sea una respuesta lo más ajustada posible a las exigencias de su área de desarrollo. La formación en valores se proyecta mediante su rol educativo: Descubre, da dirección, oportunidad al despliegue de capacidades y forma a partir de los talentos o valores, impulsando la potencia de cada individuo hacia su máxima expresión en colectivo. Ello es fiel reflejo de la solidez en los fundamentos de su postura ética ante sí y ante los demás, cónsona con las actuales realidades de la globalización.
En nuestra sociedad hay diversas manifestaciones de liderazgo. En una primera aproximación a las mismas, usualmente, se aborda el análisis de experiencias relacionadas con la gerencia, con la administración, con la dirección o gestión de proyectos, con la evaluación del grado de eficiencia y eficacia institucional, con la vigencia de una u otra teoría vinculada con la conducción o guía de personas, además de otros tipos de experiencias.
Dentro de la diversidad de manifestaciones en diferentes áreas se aprecia el rol preponderante del liderazgo en cuanto es identificado y concebido como una de las claves del éxito. En asunción de una postura afirmativa ante tal apreciación, cabe formular el propósito de indagar acerca del modo como el liderazgo ha llegado a ser el foco de atención y estudiar la posibilidad de establecer bases firmes sobre las cuales se promueva un liderazgo de confianza y, por lo mismo, con un manifiesto carácter ético.
Como un aporte para el precedente propósito, se presenta un análisis globalizador de esas manifestaciones a partir de tres perspectivas generales //p.283//.
La primera consiste en abordar los estilos de ejercicio del liderazgo; la segunda, en sus campos de aplicación o desarrollo; y, la tercera, en las estrategias implícitas a su ejercicio..
En lo que se refiere a los Estilos de liderazgo es preciso acotar lo siguiente:
Quien asume el rol de líder está íntimamente unido a la toma de decisiones. Es su trabajo tomar las decisiones que están orientadas hacia el mejor interés o beneficio de la organización. De esas decisiones dependerá la configuración del modelo organizativo institucional. La estructura organizacional será fiel reflejo de las relaciones existentes entre sus integrantes[1], no sólo para las acciones, sino también para la toma de las decisiones que las preceden. No se discute aquí y ahora el contenido de la decisión que toma el líder, sino el estilo utilizado, en cuanto promueve o inhibe la interacción humana. Este estilo puede ser democrático, autocrático, consultivo o por consenso. Vale destacar cada uno de ellos con la finalidad de fijarlos como referente para establecer determinados efectos morales que se siguen de cada estilo.
Democrático: El estilo de liderazgo va a ser definido como democrático o grupal cuando el líder comparte el problema con los miembros del equipo y permite que el grupo vote; juntos generan alternativas y procuran alcanzar el acuerdo en una solución; líder no intenta influir sobre el grupo para adoptar una solución y está dispuesto a validar y poner en ejecución cualquier solución en la cual tenga ayuda o participación del grupo completo. Su desventaja consiste en la ausencia de un compromiso real en los procesos y la dificultad para establecer responsabilidad individual en los resultados, sobre todo por los condicionamientos socio-culturales.
Autocrático: El estilo de liderazgo es percibido como autocrático cada vez que el líder excluye la participación de otros para solucionar el problema o tomar la decisión, usa la información disponible para él en ese momento, se ciñe del control y propiedad totales de la decisión, así como también de la responsabilidad por el buen o mal resultado derivado de la misma. Entre sus desventajas se incluye el poco deseo de esforzarse por parte de la gente que debe realizar la decisión; si la decisión afecta a una persona la cual no participó en la deliberación de la misma, su moral o esfuerzo pueden verse impactados. Si el resultado causado por la decisión no es positivo, los miembros de la organización comienzan a pensar que habrían podido hacer un trabajo mejor ellos mismos y, como consecuencia, el líder puede perder credibilidad. //p.284//
Consultivo: El estilo de liderazgo es consultivo o colectivo cuando el líder comparte el problema con los miembros relevantes del equipo que conciben y expresan individualmente sus ideas y sugerencias sin traerlas juntas como grupo. El líder pide y anima deliberadamente a otros miembros para que participen por medio de sus ideas, opiniones, conocimientos e información en lo que se refiere a la decisión. Si el líder es buen comunicador, y escucha y analiza cuidadosamente la información recogida por él, tendrá una comprensión exacta de la situación y tomará generalmente la mejor decisión, aunque puede no reflejar el apoyo de todos los miembros del equipo.
Por consenso: El estilo de liderazgo es asociado al consenso cuando el líder concede el control total dela decisión e implica totalmente al grupo en su deliberación. El líder individualmente ya no es responsable del resultado, sino la organización o el grupo completo. Se distingue del estilo democrático debido a que aquí cada uno debe convenir y negociar en la decisión. Si la consolidación y acuerdo totales por cada uno no se obtiene, entonces la decisión llega a ser democrática debido a que se impone la posición de la mayoría. Entre sus ventajas se incluye la consolidación y responsabilidad del grupo en el resultado. El trabajo en equipo y la buena seguridad se crean debido a que cada uno tiene un aporte en el éxito. Sin embargo, es vista como una desventaja de este estilo la lentitud en la toma de decisión y, además, la dificultad en desarrollar habilidad y práctica para que un grupo aprenda cómo trabajar en conjunto, sobre todo por la diversidad de opciones éticas presentes en las personas.
Una vez establecido un referente sobre los estilos de liderazgo, se capta la necesidad de explicitar la materialización de los mismos en diversos campos de proyección social a fin de aportar bases para poner en evidencia los móviles o efectos morales que son promovidos e inspirados por la prevalencia de distintios tipos de liderazgo, lo cual, expresado a modo de síntesis, manifiesta el paso de la moral particular a la colectiva, de lo personal a lo social.
En referencia al área de aplicación del liderazgo se percibe como válido establecer una clasificación en la cual se identifican los siguientes campos: el derecho, la economía, la cultura y la política. Dicha clasificación obedece a una pauta de la dimensión moral según la cual el derecho, en cuanto categoría ético-jurídica, es axiológicamente previo a las concreciones morales de los tres factores básicos de la estructura social: la economía, la cultura y la política[2]. //p.285//
Derecho: Es posible hablar de liderazgo dentro del campo del derecho si tiene presente que éste, además de noción teórico-sistemática, es una realidad histórico-vivencial en cuanto que en él se ha plasmado la conciencia ética de una sociedad comó síntesis proyectiva de los valores básicos de la persona, razón por la cual ofrece notables ventajas para edificar una ética social concreta adaptada a la evolución histórica en un determinado contexto.
En el campo del derecho se plantean varios retos al liderazgo. Uno de ellos surge del grado de proyección, implícito en el derecho, de las condiciones de la realidad históricas de la cual proceden sus fuentes, otro de los retos se deriva de las exigencias de concreción acutalizada del contenido de sus formulaciones, por último, el reto de mantener una coherencia con el conjunto de valores o universo axiológico sobre el cual se apoya. Ante esos retos, quien asuma el liderazgo, en este campo, está llamado a ejercer las funciones de orientación, protección y crítica[3].
En fin, se promueve un liderazgo que tenga incidencia en diversos frentes de la comprensión y de la realización del derecho: la economía, la cultura y la política.
Economía: La relevancia del ejercicio de un liderazgo real dentro del campo de la economía se aprecia en su justa medida si se tiene presente la vigencia de la relación del hombre con los llamados bienes económicos, la cual ha resonado, a través de diversos lenguajes y diferentes modalidades, en la conciencia de todos los grupos humanos.
Los bienes económicos tienen su fundamento eficiente, directa o indirectamente, en el esfuerzo o trabajo que procede de una persona humana. De este modo, un liderazgo exitoso no puede manifestarse si no es a través de una estrategia conducente a la instauración de la primacía axiológica del trabajo, lo cual proporciona una orientación peculiar a toda la construcción del progreso económico.
No es fortuita la aparición de planteamientos en los cuales se aboga por un liderazgo encaminado hacia la implantación de la ética del trabajo como //p.286// condicionante del progreso económico[4]. Al respecto, el premio Nobel de economía James Buchanan, sostiene que las restricciones éticas o morales del comportamiento humano ejercen importantes efectos económicos, que muchas de las actitudes y hábitos modernos pueden ser causa de la caída de la tasa de crecimiento, con lo cual, aunque sea por motivos estrictamente económicos, para nuestro bienestar material, los valores son importantes, a tal punto de que se justifica una inversión en la transmisión de los mismos, aun admitiendo que ello no forma parte de la economía convencional moderna[5].
Cultura: El ejercicio del liderazgo dentro del campo de la cultura se materializa en tres momentos: primero, en la proyección del hombre sobre la realidad para transformarla mediante el cultivo de los bienes de la naturaleza, dentro de los cuales se incluye a sí mismo; segundo, en la promoción de una idea, de un invento, una pauta de conducta para que sea asumida colectivamente y, por ende, adquiera validez objetiva; y, tercero, en la capacitación crítica al momento de la internalización de contenidos culturales por parte del individuo, alcanzando su socialización e incorporación al grupo, como medio para alcanzar niveles cada vez más elevados en el proceso de liberación humana.
En el campo de la cultura tiene un papel decisivo el acceso del hombre a la verdad de los distintos saberes. Le compete al líder usar la pericia para encausarla en provecho del bien colectivo más allá de la tendencia manipuladora e ideologizante en favor de grupos de poder o de la permanencia de estructuras que atentan contra la mejora de condiciones de vida o de trabajo dentro de las mismas instituciones.
Si se tiene presente que la cultura se convierte para el individuo en el marco obligatorio que forma su personalidad, prescribe sus posibilidades, de alguna manera traza de antemano el esquema de vida en el que podrá insertarse su vida concreta e impone cierto estilo de vida a los individuos que forman parte de ella –tanto social, como institucionalmente- entonces a la hora de analizar el despliegue del liderazgo se capta su importancia, sobre todo ante la emergencia de una nueva cultura institucional en la cual se acepta el //p.287// reto de responder a nuevos desafíos como los provenientes de la promoción de un ethos cooperativo en el cual se toma en cuenta que hay factores cualitativos que sostienen los resultados y obliga a otorgar mayor importancia al ejercicio de prever y anticipar las consecuencias de las decisiones debido a que es puesta en juego una imagen de hombre que no siempre se clarifica[6].
Política: El rol del liderazgo dentro del campo político se aprecia desde el momento en el cual se capta que la política se define por las relaciones convivencia (interindividual, interinstitucional, cultural, económica, etc.) y que su núcleo lo constituye la organización del poder estableciendo un eje alrededor del cual se integran diversos grupos. En la medida en la cual son visualizados los móviles de la orientación que el líder le imprime a las relaciones de convivencia y el uso que le da a los mecanismos de poder que tiene a su alcance, se establece su grado de legitimación, su función política y sus aportes o soluciones en el manejo de conflictos, de violencia ilegítima[7] o de cambios en la sociedad originados por la ignorancia, el miedo, la injusticia, el error e, inclusive, la locura.
Estrategias implícitas en el ejercicio del liderazgo: El punto crítico del ejercicio del liderazgo lo constituyen los conflictos, pues en su solución tomará una decisión que proyecta la máxima puesta en tensión de las fuerzas intervinientes y tendrá que sortear el dilema siempre presente de las necesidades contra las opciones, sin olvidar que de la elección tomada dependerá su aniquilamiento o legitimación dentro de un contexto.
El conflicto es algo consustancial a la vida humana. El líder, en cuanto dirige las relaciones humanas, se encuentra siempre con multitud de conflictos que es necesario abordar y solucionar dentro de unas exigencias del momento. El líder, además de encontrar conflictos cuya solución no es fácil, también se ve en la obligación de lidiar con personas que tienen miedo atroz a los conflictos, lo cual, o les inhibe para asumir sus responsabilidades, o les paraliza y les impide intentar resolverlo.
Al momento de la resolución de conflictos se adoptan estrategias dependiendo de lo que represente cada uno de los extremos encontrados: puede significar diferencias personales, diferencias en el estilo e interpretación del ejercicio del rol si son niveles funcionales equivalentes, o diferencias entre los intereses institucionales en caso de representar a una organización. En esos //p.288// casos el líder elige adoptar uno de los dos tipos de estrategias a las cuales corresponden las expresiones: Ganar-ganar y Ganar-perder.
En la estrategia Ganar-ganar el líder asume el rol de colaborador. Intenta aportar sus conocimientos y sentimientos para hallar soluciones. Busca concentrar sus energías en ir contra el problema y no contra el adversario. Adopta una actitud mental positiva, una ponderación conjunta de los costes del conflicto, induce a la búsqueda de información por separado de las partes enfrentadas para posibilitar su puesta en común a fin de una independencia en la argumentación y, finalmente, sugiere soluciones satisfactorias para ambas partes. Si el líder sigue esta estrategia y representa autoridad o es parte dominante, adopta una actitud colaboradora, pues sabe que el rumbo del conflicto dependerá, ante todo, del tipo de estrategia que él lleve a cabo.
En la estrategia Ganar-perder el líder asume el rol competitivo. Su único objetivo consiste en sacar el máximo provecho de la contienda, persiguiendo la derrota total del oponente. Si él representa la parte dominante, produce desesperanza e irritación. En caso contrario, si no tiene ninguna opción de conseguir lo que pretendía entonces cede, aunque de mala gana, esperando una mejor ocasión para tomarse la venganza.
El ética como potencia del liderazgo: Cuando se reflexiona, tanto sobre los estilos de liderazgo, como sobre sus campos de aplicación se pone en evidencia que aquellos liderazgos, cuya estrategia resulta exitosa en el manejo de los conflictos, responden a una y verdadera postura ética. Dichos liderazgos responden a esa ética del carácter, sobre la cual hace referencia Stephen Covey al término de una investigación que lo llevó a rastrear doscientos años de escritos sobre el éxito[8]. Covey percibe una diferencia entre los primeros ciento cincuenta años y los últimos cincuenta. Dice:
La literatura sobre el éxito de los últimos cincuenta años era superficial. Estaba llena de obsesión por la imagen, las técnicas y los arreglos transitorios de tipo social (parches y aspirinas sociales) para solucionar problemas agudos (que a veces incluso parecían solucionar temporalmente) pero dejaban intactos los problemas crónicos subyacentes, que empeoraban y reaparecían una y otra vez.
En contraste, casi todos los libros de más o menos los primeros ciento cincuenta años se centraban en lo que podría denominarse la «ética del carácter» como cimiento del éxito [...]. //p.289//
La ética del carácter enseñaba que existen principios básicos para vivir con efectividad, y que las personas sólo pueden experimentar el verdadero éxito y una felicidad duradera cuando aprenden esos principios y los integran en su carácter básico[9].
Todo ello en contraste con la ilusoria y engañosa ética de la personalidad[10], ante la cual luce necesario reafirmar aquella verdadera postura ética. Esa postura ética se funda sobre la apertura al pensamiento crítico y la formación en valores.
El pensamiento crítico es una condición necesaria para el desarrollo de las capacidades de comprensión y descubrimiento de soluciones a los problemas fundamentales de la vida de manera cooperativa y justa[11]. Entre sus componentes cabe destacar: la apertura académica, la corresponsabilidad crítica y la autonomía racional.
El pensamiento crítico es la premisa epistemológica subyacente a toda investigación. Esta premisa acompaña implícitamente al liderazgo exitoso, pues éste es manifestación de una constante indagación para que su acción se una respuesta lo más ajustada posible a las exigencias de su área de desarrollo.
La formación en valores sólo es posible en la medida en la cual se encuentra un curso de acción coherente con una concepción unificada de vida derivada del desarrollo del pensamiento crítico como potenciador de nuestras capacidades para tratar con sabiduría los problemas vitales y las respuestas ante la preocupación por lo más valioso de la existencia humana. Ello coincide con la tesis según la cual los conocimientos, en cuanto impulsores de la acción, adquieren su dimensión ética desde el momento en el cual se convierten en ideas motrices, en móviles de los actos humanos[12]. Estas ideas se consolidan a través del despliegue de talento y de promoción de la meritocracia como disciplina colectiva.
En el ejercicio del liderazgo, la formación de valores se proyecta mediante su rol educativo: descubre, da dirección, oportunidad al despliegue de capacidades y forma a partir de los talentos o valores impulsando la potencia de cada individuo hacia su máxima expresión en colectivo. //p.290//
Al líder le compete la función de crear los conocimientos, capacidades y habilidades necesarias para realizar los fines o metas institucionales consiguiendo acciones que muestren a los valores, que busca inculcar, como apetecibles[13]. En tal sentido, el liderazgo, el acto de dirigir es equivalente al de educar.
El individuo que despliega un liderazgo orientado por la innovación, la cooperación y la justicia es fiel reflejo de la solidez en los fundamentos de su postura ética ante sí y ante los demás, requisito sin el cual no es posible una proyección cónsona con las actuales realidades de la globalización en cuanto implantación de la justicia en la retribución y distribución de los bienes sociales, además de la permanente vigilia ante el surgimiento y pervivencia de estructuras sociales injustas dentro de las instituciones sociales.
La ética vinculada al liderazgo luce en la actualidad no como un obstáculo, sino como condición y presupuesto para el éxito institucional, aun en un terreno tan aparentemente árido en la promoción de valores morales, como lo es la economía. Por ello se considera pertinente culminar con la siguiente cita: “Los individuos particulares en una economía tienen una interdependencia tanto ética como económica, de modo que las restricciones morales que impidan respuestas estrictamente oportunista a las alternativas de elección son importantes para determinar el valor potencial de esa economía”[14]. //p.291//
Referencias bibliográficas
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DEWEY, John (1971): Democracia y Educación. Una introducción a la Filosofía de la Educación. Buenos Aires, Editorial Losada.
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VIDAL, Marciano (1990): Moral de Actitudes. Tomo III. Moral Social. Madrid, PS Editorial.
//p.292//
[1] Cfr. IZUSQUIZA, Ignacio (1990): La Sociedad sin Hombre: Niklas Luhmann o La Teoría como Escándalo. Madrid: Ed. Athropos. P.99-167. Cfr. QUINTERO, Sirio y Aquiles Leandro (1996): Una aplicación dela Teoría de Sistemas a la Educación. Caracas: Trabajo no publicado.
[2] VIDAL, Marciano (1990): Moral de Actitudes. Tomo III. Moral Social. « Derechos humanos y ética cristiana »
[3] Es necesario destacar las tres funciones del liderazgo: el mismo brinda orientación ante desviaciones contrarias a la auténtica realización humana, claves verdaderas para la interpretación de sus aplicaciones y para el logro del progreso humano dentro de la fidelidad a los valores objetivos de lo humano. También da protección mediante la postulación, divulgación y defensa de un conjunto de garantías que hagan posibles la realización del derecho en cada situación histórica concreta. Y procura la crítica ante las condiciones sociales de materialización del derecho mediante la solicitación de los presupuestos sociales posibilitadores del paso de los derechos desde el ámbito formal al ámbito real, cuyo punto de partida es la promoción del discernimiento necesario para que se produzca la ruptura con las estructuras sociales injustas : económicas, culturales y políticas.
[4] En relación con este tema pueden compararse los planteamientos aparecidos en diversas fuentes, tales como las siguientes: ANDREWS, Kenneth R., Ed. (1989) : Ethics in Practice : Managing the Moral Corporation. Boston, Massachusetts, Harward Business Schol Press. REIDENBACH, Eric and Donald P. Robin (1989): Ethics and Profits. A Convergence of Corporate America’s and Social Responsibilities. New Jersy, Prentice Hall. LUDEMAN, Kate (1989): The Worth Ethics: How to Profit from the Changing Values of the New Work Force. New York, E. P. Dutton.
[5] BUCHANAN, James M. (1996): Etica y Progreso Económico. P.67ss. Otros pensadores, quienes abordan el comportamento ético dentro de la organización, son: BLANCHAR, Kenneth y Norman Vincent Peale (1989): The Power of Ethical Management. New York. William Morrow and Company, Inc.
[6] CORTINA, Adela (1996): Etica de la Empresa. Claves para una Nueva Cultura Empresarial. Valladolid, Editorial Trotta. Pp.133-114
[7] VIDAL, Marciano (1990): Moral de Actitudes. Tomo III. Moral Social. “Etica de la Violencia Social”.
[8] COVEY, Stephen R. (1996): Los 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva. Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica S.A., p.21
[9] Ibidem. p.22.
[10] Ibidem. p. 45
[11] ELLIOT, J. (1993): El Cambio Educativo desde la Investigación-acción. Barcelona, Ediciones MorataS L., p.175
[12] Esta idea ha sido desarrollada por DEWEY, John (1971): Democracia y Educación. Una introducción a la Filosofía de la Educación. Buenos Aires, Editorial Losada, y retomada por RADESH, Howard (1989): Can We Teach Ethics? New York, Praeger Publishers.
[13] GOMEZ-LLERA, Gemán y José Pin Arboledas (1994): Dirigir es Educar. Barcelona, McGraw-Hill, p.38
[14] BUCHANAN, James (1996): Etica y Progreso Económico. p.89