Violencia, Memoria y Verdad a partir del Informe Final de la CVR

Carlos Esteban Giraldo Rojas (*)

El presente trabajo es consecuencia del Informe Final
[1] de la Comisión de la Verdad y Reconciliación[2] (en adelante CVR) y el Seminario Interdisciplinario “Memoria y Violencia Política en el Perú Contemporáneo”[3]. Uno de los objetivos del seminario fue el generar un espacio de debate y reflexión en torno a la memoria y la violencia política en el Perú. En ese sentido el presente trabajo intenta hacer una serie de reflexiones en torno al tema de la verdad, la violencia y la memoria en el contexto del Informe Final de la CVR.

La pregunta por el “qué pasó” se hace sobre un problema, el problema de la violencia en el Perú. Este primer punto es sin duda el más importante porque de una vez por todas se hace frente a uno de los más graves hechos de violencia que padeció y desangró a nuestro país durante unos veinte años y que dejó un saldo de víctimas, sobre todo inocentes, y de consecuencias que aún padecemos. Si bien se derrotó militarmente a las fuerzas subversivas, lo que no se derrotó es el pensamiento, la ideología y, sobre todo, las causas de todo ese proceso de violencia que, hasta en cierta forma, subsisten aún. Si subsisten hasta hoy es porque aún no se han resuelto todas las causas de ese hecho de violencia.

Para abordar el problema de la violencia es necesario, primero, tener delimitado los objetivos de la misma. La CVR se encargó -en términos generales- de analizar las causas del proceso de violencia
[4] ocurridos desde 1980 hasta el año 2000, establecer responsabilidades e identificar la situación de las victimas, elaborar propuestas, recomendar reformas institucionales para que no se repita y establecer mecanismos de seguimiento a sus recomendaciones[5]. De estos cinco objetivos de la CVR nos interesa hablar del primero de ellos, que debemos tomar en cuenta, para hacer un balance de lo que ocurrió en el Perú, pero sobre todo para plantear soluciones. Para desarrollar ese primer objetivo la CVR no sólo se dedicó, como muchos puedan pensar, a describir, analizar, interpretar y plantear soluciones a los hechos de violencia, sino que además justificó lo que iba a hacer. No se trata sólo de una justificación en sentido político, sino de una justificación en sentido metodológico que contempla además varios aspectos que vamos a describir a continuación. No pretendo entrar en debate con respecto a si la justificación que se hace es adecuada o no metodológicamente sino simplemente voy a describir esos supuestos.

La primera justificación tiene que ver con la legitimidad del proceder de la CVR. La legitimidad de la CVR tiene cuatro aspectos. La legitimidad política de la CVR se da cuando recibió, por parte de un gobierno democrático peruano
[6], un mandato de carácter político que significó una responsabilidad frente a la nación entera. La legitimidad ética se da, como consecuencia de ese mandato político, al asumir los integrantes de la CVR la adhesión a un conjunto de principios éticos: defensa de la cultura de los derechos humanos, consolidación de una democracia genuina, implantación de una justicia solidaria y la transparencia de sus investigaciones. La legitimidad personal se da con el nombramiento de cada uno de los comisionados y la responsabilidad de ellos frente al trabajo encomendado[7]. El concluir el trabajo encomendado otorga también a la CVR una legitimidad adicional, la legitimidad por la tarea realizada, esto significa una responsabilidad frente a las víctimas de la violencia[8]. Es sobre la base de estos principios que la verdad, justicia y reconciliación toman sentido.[9]

Por otro lado tenemos una justificación, o serie de supuestos, en torno a la “naturaleza” del objeto de la investigación que tiene una dimensión social. Por ello, la justificación para un trabajo de esta naturaleza y de esta envergadura se abordó, primero, al tratar en tema de la “verdad”. En el Informe Final de la CVR se define “verdad” de la siguiente manera: “La CVR entiende por «verdad» el relato fidedigno, éticamente articulado, científicamente respaldado, contrastado intersubjetivamente, hilvanado en términos narrativos, afectivamente concernido y perfectible, sobre lo ocurrido en el país en los veinte años considerados por su mandato.”
[10]

Éticamente articulado significa que trata sobre hechos humanos (voluntad, intención y afectos), incorporando además principios éticos como el compromiso con los derechos humanos, los valores democráticos, la justicia solidaria, y la honestidad en sus investigaciones. Científicamente respaldado significa que la CVR recurrió a los mejores expertos y a los métodos científicos y técnicos más actualizados. Se trata entonces de dar mayor respaldo científico al trabajo éticamente articulado. Contrastado intersubjetivamente significa el haber escuchado y procesado “las voces” de todos los participantes involucrados, privilegiando sobre todo el testimonio de las víctimas de la violencia. Hilvanado en términos narrativos significa describir, explicar y proponer
[11]. Que sea afectivamente concernido significa que esos hechos tienen una dimensión afectiva[12]. Finalmente, que sea perfectible significa que se trata de una narración que se proyecta al futuro y, que debe ser continuada y enriquecida. Por todo esto se trata de un relato fidedigno (digno de fe, de crédito)[13].

A partir de esa definición de “verdad” más las fuentes de legitimidad política, legitimidad ética, legitimidad personal y legitimidad por la tarea realizada, es que el trabajo avocado por los miembros de la CVR toma sentido
[14]. Encontrar sentido no significa justificar la violencia sino encontrar una narración, un relato coherente de lo ocurrido, si se quiere, de una explicación, una interpretación de lo sucedido.

Entonces la violencia y todo lo ocurrido cobra sentido con estos fundamentos, con estos principios y todo lo que involucra en la tarea realizada por la CVR. Es a partir de esas fuentes que se reconstruye un sentido de la violencia, de una “verdad” no explicativa sino de una “verdad” acorde a la naturaleza de la fuente misma; es decir, a acciones humanas no libres de voluntad, intención e interpretación
[15]. Aquí es donde incorporamos el concepto de “memoria” porque justamente a partir de este concepto de “memoria” es que podemos hablar de sentido de la violencia. Se trata entonces de vincular dos temas como son la violencia y los afectados o víctimas de esa violencia a través del concepto de “memoria”. El concepto de “memoria” no es unívoco pero podemos trabajar con algunos conceptos que nos parecen útiles en este tema. Hay que aclarar que estamos hablando de la “memoria” como categoría teórico-metodológica y no como categoría social a la que se refieren o no los actores sociales. Tampoco se trata de pensar la “memoria” en términos sólo individuales sino también sociales, incluyendo una serie de aspectos vinculados al tema de la violencia, tal es el caso de: los afectos, los sentimientos, el recuerdo, el olvido y el hecho mismo de la violencia. En ese sentido es que nos parece importante tomar en cuenta las precisiones que hace Elizabeth Jelin[16] sobre el tema de la “memoria”: “La memoria es otra, se transforma. El acontecimiento o el momento cobra entonces una vigencia asociada a emociones y afectos, que impulsan una búsqueda de sentido. El acontecimiento rememorado o «memorable» será entonces expresado en una forma narrativa, convirtiéndose en la manera en que el sujeto construye un sentido del pasado, una memoria que se expresa en un relato comunicable, con un mínimo de coherencia.”[17]

Es de destacar aquí que las emociones y afectos, como en el caso de la violencia de la que hablamos, impulsan la búsqueda de sentido de un acontecimiento rememorado. Este sentido -dice E. Jelin- es expresado en una forma narrativa; es decir, que es un “relato comunicable” y con coherencia. Pero no todo relato es fácilmente comunicable, como los hechos de violencia que son traumáticos de por sí, sino también que existen hechos donde hay una dificultad para dar sentido al acontecimiento pasado. Aquí el olvido no es ausencia o vacío sino la falta de esa ausencia
[18]. De lo anterior vemos que E. Jelin también distingue dos tipos de memorias narrativas. La que nos interesa es la memoria narrativa que tiene dificultades para construir los sentidos y su narrativa del pasado. Todas estas precisiones de E. Jelin son importantes porque al vincularlas con los hechos de violencia, del que hablamos, y del trabajo de la CVR, podemos incorporar algunos conceptos que pueden ayudarnos como herramienta teórico-metodológica y también como el marco teórico que puede dar sentido a lo ocurrido. Obviamente quienes no pueden dar sentido a lo ocurrido son los más afectados por esos hechos de violencia, son además la principal fuente de información. Entonces una de las principales fuentes con las que contó el Informe Final de la CVR son los miles de testimonios de personas, de compatriotas, de ciudadanos, de seres humanos que antes no fueron escuchados y que ahora pueden hacer oír sus voces.

De que el Informe Final de la CVR sirve como documento de debate es algo indudable, más bien lo que más preocupa es lo que pasa después; es decir, que no sea tomada en cuenta como debería, no sea parte de la agenda pública, sobre todo de la agenda política. El trabajo de la CVR significa un gran esfuerzo que involucra a muchos actores y sectores sociales del Perú, significa también un punto de partida si se quiere dar solución a muchos de nuestros problemas nacionales como la inequidad, el centralismo, el racismo, etc. En ese sentido es importante saber qué pasó, porque este qué pasó sirve:

Para no olvidar lo ocurrido, porque sabiendo este que pasó es que se pueden plantear alternativas de solución.
Para que no se repita, porque conociendo este qué pasó se puede también evitar que vuelva a ocurrir.
Para que se haga justicia y no permitir que la memoria sea sólo un testimonio sin sanción alguna. Es decir, toda acción contra los derechos humanos no deben ser objeto del olvido sino también de la justicia. Rechazar al olvido es buscar justicia. Un elemento interesante para incorporar aquí es el de Guillermo Nugent cuando dice que “... la negativa a terminar el duelo es señal de que todavía no hay lugar para la memoria.”
[19]
Cuarto para una reconciliación, pero una reconciliación con justicia.

Unas reflexiones finales, a partir del primer punto anterior, es que para dar solución a algo es mejor ir a la causa o a las causas que la motivaron, desafortunadamente -como ya mencionamos- la vida humana, la vida en sociedad, las relaciones sociales no deberían ser simplificados a una sola causa, eso es sólo una pretensión y muchas veces una utopía. Por ello no se puede hablar de la causa del proceso de violencia, sino más bien de las causas de ese proceso. En el Informe Final de la CVR encontramos muy claro esto; por ello, es que al hablar de la causa que desencadenó la violencia se refiere en estos términos: “... la causa inmediata y decisiva que desencadenó el conflicto armado interno en el Perú fue la libre decisión del Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso (PCP-SL) de iniciar una «guerra popular» contra el Estado.”
[20] Las consecuencias, en cuanto a víctimas, son más de 69 mil personas muertas o desaparecidas[21], la mayoría de ellas se encuentran ubicados en los departamentos de Ayacucho, Junín, Huánuco, Huancavelica, Apurímac y San Martín, donde se han registrado el 85% de las víctimas[22]. Que sean menos o más no quita que murieron compatriotas, ciudadanos y sobre todo seres humanos. Además, cuatro de estos departamentos son considerados entre los más pobres del país[23]. Igualmente el 55% de muertos y desaparecidos, reportados a la CVR, trabajaban en actividades agropecuarias; es decir, que los más afectados eran campesinos y de áreas rurales[24].

El Informe Final de la CVR es en estos términos un producto cultural. No es una “memoria” en sí misma es más un producto de muchas “memorias”. También debemos decir que no estamos hablando de cualquier “memoria” sino de una “memoria” que está vinculada -como concepto- con el hecho de violencia del que estamos hablando y además con los actores sociales que han pasado por esta tragedia. Hay también olvidos motivados por diversas circunstancias, una de ellas a través de la política -pero ese es otro tema- pero el peor olvido es la de nosotros mismos. El Informe Final de la CVR debe ser considerado como uno de los mejores “productos culturales” que da sentido a lo ocurrido por esa experiencia trágica de nuestro país.

[1] El Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación fue presentado el 28 de agosto del 2003. La versión electrónica que consultamos es la proporcionada por la Defensoría del Pueblo a través de su Centro de Información para la Memoria Colectiva y los Derechos Humanos.
[2] La Comisión de la Verdad fue creada el 4 de junio del 2001 por Decreto Supremo Nº 065-2001-PCM. Con el DS Nº 101-2001-PCM se modificó su denominación a Comisión de la Verdad y Reconciliación.
[3] Seminario organizado por el Taller Interdisciplinario de Ciencias Sociales-TICS que se realizó de febrero a abril del 2004.
[4] En el presente trabajo entendemos por “violencia” lo siguiente: abusos y violaciones a los derechos humanos cometidos por las organizaciones terroristas del Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso (PCP-SL), el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) y agentes del Estado peruano.
[5] DS Nº 065-2001-PCM, artículo 1: “... encargada de esclarecer el proceso, los hechos y responsabilidades de la violencia terrorista y de la violación a los derechos humanos producidos desde mayo de 1980 hasta noviembre de 2000, imputables tanto a las organizaciones terroristas como a los agentes del Estado, así como proponer iniciativas destinadas a afirmar la paz y la concordia entre los peruanos.”
[6] El gobierno de transición de Valentín Paniagua Corazao.
[7] Se trata de la confianza depositada en los comisionados.
[8] Informe Final de la CVR. Op., cit., pág. 39.
[9] Informe Final de la CVR, Tomo I, Introducción, pág. 39-40: “La Comisión de la Verdad y Reconciliación se dirige pues al país desde esta cuádruple fuente de legitimidad. Habla investida de la autoridad política que le otorgó el mandato de la nación, de la autoridad ética de los principios que asumió y practicó, de la autoridad personal conferida por la propia trayectoria de vida de los comisionados y de la autoridad práctica derivada del trabajo ya realizado. Es desde esta compleja perspectiva que expresa sus convicciones sobre el sentido de la «verdad», la «justicia» y la «reconciliación», y que hace explícitos los principios que han sustentado su misión y guiado su proceder.
[10] Informe Final de la CVR, Tomo I, Introducción, pág. 41
[11] Ibíd., pág. 42: “La exposición de los resultados de nuestra investigación, una vez contrastados los testimonios y el análisis, lleva la forma de un relato coherente en el que se enlazan los acontecimientos entre sí. Los hechos violentos, por más crudos que sean, no hablan por sí solos; la CVR los interpreta a la luz de las diversas dimensiones referidas hasta que cobran su sentido.”
[12] Ibíd., pág. 42: “Porque los hechos que nos ocupan son obra de voluntades humanas, y porque han provocado el dolor y el sufrimiento de muchísimos compatriotas, el relato que los expone debe tener en cuenta la dimensión afectiva que les es consustancial.”
[13] Ibíd., pág. 41- 42
[14] Ibíd., pág. 42- 43: “La CVR aspira a que la nación entera encuentre en él un sentido de lo ocurrido, y a que se reconozca tanto en la explicación de las causas como en las propuestas de refundación de nuestros vínculos sociales. De esa «verdad» habla la CVR: de un relato fidedigno, éticamente articulado, científicamente respaldado, contrastado intersubjetivamente, hilvanado en términos narrativos, afectivamente concernido y perfectible.”
[15] Informe Final de la CVR. Tomo I, Introducción, página 41: “Se trata de una verdad en sentido «práctico» o en sentido «moral», pues lo que nos toca juzgar son hechos humanos -acciones- indesligables de la voluntad, las intenciones y las interpretaciones de sus protagonistas.”
[16] Jelin, Elizabeth. “Memorias y Luchas Políticas”. En “Jamás tan cerca arremetió lo lejos: memoria y violencia política en el Perú”. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2003.
[17] Ibíd., ver pág. 32
[18] Ibíd., pág 33: “En este nivel, el olvido no es ausencia o vacío. Es la presencia de esa ausencia, la representación de algo que estaba y ya no está, borrada, silenciada o negada.”
[19] NUGENT, Guillermo. “Para llegar al suave pueblo de la memoria: la política del recuerdo y del olvido al inicio de nuestro siglo XXI”. En: Batallas por la Memoria: antagonismos de la promesa peruana”. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2003. Ver pág. 17
[20] Informe Final de la CVR. Op. cit., Tomo VIII, Los Factores que Hicieron Posible la Violencia, pág. 23
[21] Hatun, Willakuy: versión abreviada del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Lima: Comisión de Entrega de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, 2004, 477 pp. Ver pág. 17
[22] Ibíd., pág. 21
[23] Ibíd., pág. 22
[24] Ibíd., 23

(*) Carlos Esteban Giraldo Rojas
Bachiller en sociología (PUCP) y filosofía (UNMSM). Es investigador de Promtecnología (Centro de Promoción de Tecnologías para el Desarrollo) en los temas de descentralización y participación ciudadana. Es también miembro de los colectivos Egresados por la Democracia (Egredem) y del Taller Interdisciplinario de Ciencias Sociales (TICS).